Hay semanas en las que algo se enciende.
No sé exactamente qué lo dispara ni cuándo va a llegar, pero lo reconozco al instante: esa sensación de estar completamente sumergida en el proceso creativo.

De golpe, todo fluye.
El tiempo deja de existir, las ideas más inesperadas me encuentran, y yo me dejo llevar.
Empiezo a armar, desarmo, pruebo, juego, dejo cosas a la mitad. A veces pasa un día. A veces semanas.
Y no hay orden. No hay lógica. Solo impulso y curiosidad.

Es un proceso largo, a veces caótico, otras veces calmo, como si lo que estaba buscando hubiera estado ahí desde siempre, esperando que yo lo vea.
Y un día cualquiera —lavándome los dientes, caminando, o en medio de un silencio—, aparece esa resolución que estuve buscando durante días.

Este camino creativo también está profundamente ligado a mi historia personal y familiar. Y como  aprender a coser cambió todo y dio origen a Voilà

En esos momentos, me siento como cuando era chica.
Cuando el tiempo no importaba.
Cuando lo único que valía era el disfrute de crear por crear.

 

Y ahí recuerdo algo esencial:
Que más allá del resultado, lo más valioso siempre es el proceso.
Ese espacio donde todo puede pasar.
Donde soy libre y que la creatividad también se manifiesta en los desafíos personales que enfrentamos. 

Te abrazo a la distancia.

Nati